No spoilers
La serie White Lotus se ha convertido en un fenómeno global.
Su tercera temporada, filmada en un hotel de lujo cinco estrellas en Tailandia, tiene a todos sus fans volando al país de filmación para vivir la experiencia White Lotus.
El hotel en cuestión, el Four Seasons de Tailandia, cuesta aproximadamente $20,000 la noche. Y, sin embargo, los fans de la serie lo tienen a su máxima capacidad, grabando videos, haciendo blogs y presumiendo en redes sociales que han tenido la oportunidad de hospedarse en el famoso hotel.
No solo eso: muchas marcas han sabido aprovechar la oportunidad de este fenómeno con múltiples colaboraciones. Por ejemplo, Banana Republic, H&M y Abercrombie & Fitch lanzaron colecciones inspiradas en White Lotus. CoffeeMate, Compartés y Kiehl’s también se subieron al tren con sus propias colaboraciones.
La obsesión por un programa que, más que ser entretenido, despierta el morbo en sus espectadores, ha provocado un cambio en la manera en la que las series alcanzan el éxito. Quienes normalmente buscan tramas que avancen rápido y personajes con los que se identifiquen, ahora se ven atrapados en una serie que parece no avanzar, con personajes insoportables (te hablo a ti, Greg/Gary).
De todo lo inexplicable que pasa en la serie, de todo lo que me frustra y me desespera, lo que más odio es la comida. Y es que hasta ese detalle está extremadamente bien pensado por su creador, Mike White. La manera en la que representa a estos personajes de clase alta los pinta como personas narcisistas, sin hambre de cultura. Normalmente están interesados en el hotel cinco estrellas, pero no en experimentar la cultura del país que visitan. Por eso, absolutamente todos los días, los huéspedes de las tres temporadas, en tres ubicaciones distintas, deciden cenar dentro del hotel. Optan por hacer todas sus comidas dentro de la propiedad, a pesar de encontrarse en países con una cultura gastronómica increíble.
Los vemos comer platillos como sopa Tom Yum (una cremosa sopa con mariscos, coco, cúrcuma y hojas de limón), múltiples currys, arroz con mango, pad thai… ¿y margaritas? Sí, margaritas.
Y aunque la comida suena deliciosa, estos hoteles normalmente ajustan sus platillos al paladar de sus huéspedes internacionales, bajando el nivel de especias y picor para que sea del gusto de todos.
Por eso mi frustración ante la falta de curiosidad gastronómica en los personajes. Por supuesto que entiendo que es parte de sus personalidades, y no es coincidencia que Mike White los haya presentado así. Sin embargo, espero que en alguna de las próximas temporadas, uno de los huéspedes esté interesado en probar la cultura del país y represente a un tipo de turista que busca algo más que comida de hotel.
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